El 'edén ibérico' de hace 400 millones de años.
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El último número de la publicación 'Review of Paleobotany and Palynology', dedicado exclusivamente a la flora ibérica desde sus orígenes, revela, en un total de 15 artículos científicos, la asombrosa diversificación y la supervivencia de miles de especies en la sucesión de cambios climáticos que se han desarrollado en este territorio.
"Es el trabajo más completo que se ha hecho hasta ahora sobre la historia de la flora ibérica, con los mayores expertos, y no sólo reúne material que estaba desperdigado en revistas locales, sino también nuevos hallazgos", apunta el coordinador de este exhaustivo trabajo, José Carrión, profesor de Botánica Evolutiva en la Universidad de Murcia.
Recreación de flor primitiva.
Para entender los cambios en la vegetación hay que tener en cuenta que la península, tal como se conoce hoy, en el pasado fue muy distinta: en unos periodos era una gran isla, en otros una península con muchas islas alrededor, o un grupo de pequeños islotes.
Además, hubo momentos en los que estaba ceca del ecuador y otros en el hemisferio norte, como ahora, pasando de una posición tropical a otra subtropical. "Incluso en las flores actuales hay evidencias de aquella historia, es una historia que no se borra, como demuestran helechos que se pueden encontrar aún en Cádiz", señala Carrión.
En estos 400 millones de años, desde la época de ambientes pantanosos del Devónico hasta nuestros días, el Carbonífero (hace entre 350 y 300 millones) fue el momento de máxima gloria de la biodiversidad peninsular. Especies endémicas únicas
Los científicos han podido averiguar, gracias al estudio de los fósiles, que había árboles de 50 metros, con especies únicas, endémicas, y también helechos arborescentes y muchas plantas pequeñas. El ambiente muy húmedo y cálido favoreció que fuera un punto caliente de biodiversidad "sin parangón en el mundo".
Hace entre 200 y 65 millones de años, el territorio fue sobre todo insular, circunstancia que propició que hubiera muchas especies únicas, predominando un paisaje de plantas coníferas, ancestros los pinos, las secuoyas y las araucarias actuales, entremezcladas con gigantescos helechos y colas de caballo.
En el Cretácico, hace unos 125 millones de años, aparecieron las primeras flores (angiospermas) ibéricas, que se extendieron de oeste (Portugal) a este. Se ha encontrado polen anterior, de hace 140 millones de años, en Egipto, Mauritania, Estados Unidos... Pero las de la Península son las flores primitivas más completas y mejor conservadas que se conocen.
Se han encontrado en el yacimiento de Torres Vedras, en Portugal, plantas tropicales con sus flores, sus frutos y su polen gracias al trabajo de Else Marie Friis, investigadora del Museo de Historia Natural de Suecia.
"Gracia a su trabajo se ha podido establecer el árbol evolutivo de las angiospermas con un registro fósil", reconoce el experto español.
Un 'fondo de saco'
Desde finales del Cretácico, Iberia se estabiliza, después de un periodo de gran actividad tectónica. Plantas que se habían extinguido en todo el continente europeo, continúan creciendo en la península, según Carrión como si fuera un "fondo saco" de supervivencia y, a la vez de diversificación de especies. Incluso durante el Cuaternario, es un refugio de muchas especies, no solo de vegetales, sino también de animales, entre los que están los humanos neandertales.
Ya en el Neolítico, la transformación del paisaje viene de la mano de nuestra especie. Se cambia el paisaje de pinares, que es primigenio de Iberia, por otro con muchas más encinas, que son fruto de la selección humana. Carrión recuerda que "varios artículos enfatizan el papel de los pinares, contra el mito de la ardilla saltando de encina en encina".
En todo caso, como conclusión, apunta que "el análisis histórico demuestra que no es posible volver a un bosque primario porque la vegetación está en continuo cambio y la influencia humana sea ineludible".
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