Como un fiel reflejo de la filosofía de Estados Unidos y muchos otros países frente a la basura, la clásica estrategia de guardar lo que no se quiere ver bajo la alfombra, a pesar de que eventualmente respiremos y convivamos espacialmente con ese deshecho oculto en la conciencia de nuestro hogar, emerge en el Océano Pacífico un monumental deposito de basura conocido como el “Vórtice de plástico”.
Este lugar, cuya extensión es de 692,000 km/2, superando así el tamaño de países como Francia o España, esta ubicado en una isla entre Hawai y la costa oeste de Estados Unidos. Pero lo más patético es que esta “isla de la basura” ni siquiera es un deposito pre planeado para albergar masivos deshechos, sino que los restos de plástico y basura se concentran en una zona debido a un movimiento circular de las corrientes ecuatoriales que gira en dirección de las manecillas del reloj, cerca de las islas Hawai. Es decir este colosal deposito se alimenta de basura que es arrojada en aguas de Norteamérica y del sureste asiático.
Hace un año, con el apoyo del Instituto Scripps de Oceanografía, un grupo de científicos y ambientalistas iniciaron una expedición con los barcos New Horizon de Scripps en San Diego y el Kaisei de San Francisco para evaluar el impacto del “vortex” en la vida marina del Océano Pacífico.
La evaluación confirmo que es altamente nociva la presencia de este “Vórtice de plástico” ya que no sólo muchas especies confunden las bolsas de plástico por medusas, sino además, en la medida en la que el plástico se cocina con el sol del océano se despide toxinas al mar que afectan la vida animal y que eventualmente repercuten de manera importante en la atmósfera planetaria.