La gran estrategia imperial en un mundo unipolar donde Estados Unidos no tenga un rival a su altura
Hacia el otoño de 2002, en la agenda global del Estado más poderoso de la historia ocupaba una destacada posición la intención explícita de preservar su hegemonía mediante la amenaza o el uso de la fuerza, esa dimensión del poder en la que reina de manera suprema. En la retórica oficial de la Estrategia de Seguridad Nacional, "Nuestras fuerzas tendrán el poderío suficiente para disuadir a los adversarios potenciales de adelantar una escalada militar con la esperanza de sobrepasar o igualar el poder de Estados Unidos".
Un conocido experto en asuntos internacionales, John Ikenberry, describe esta proclamación como una "estrategia global [que] comienza con el compromiso fundamental de preservar un mundo unipolar donde Estados Unidos no tenga un rival a su altura", condición que ha de ser "permanente [de modo que] ningún Estado o coalición pueda jamás desafiar [a Estados Unidos] en su condición De líder mundial, protector y guardián de la ley". El declarado "proceder hace que las reglas internacionales de la legítima defensa —consagradas en el Artículo 51 de la Carta de la ONU- sean poco menos que vacuas".
De modo más general, la doctrina desecha las leyes y organismos internacionales por su "escaso valor". Ikenberry continúa: "La nueva gran estrategia imperial presenta a Estados Unidos [como] un Estado revisionista que busca explotar sus ventajas presentes para la creación de un orden mundial donde él dirija la función", incitando así a otros a buscar formas de "soslayar, socavar, contener o vengarse del poder estadounidense". La estrategia amenaza con "dejar más peligroso y dividido al mundo y menos seguro a Estados Unidos"-, opinión compartida ampliamente por la élite de la política exterior.
De modo más general, la doctrina desecha las leyes y organismos internacionales por su "escaso valor". Ikenberry continúa: "La nueva gran estrategia imperial presenta a Estados Unidos [como] un Estado revisionista que busca explotar sus ventajas presentes para la creación de un orden mundial donde él dirija la función", incitando así a otros a buscar formas de "soslayar, socavar, contener o vengarse del poder estadounidense". La estrategia amenaza con "dejar más peligroso y dividido al mundo y menos seguro a Estados Unidos"-, opinión compartida ampliamente por la élite de la política exterior.
La imposición de la hegemonía.
La gran estrategia imperial afirma el derecho de Estados Unidos de emprender una "guerra preventiva" a discreción. Guerra de prevención, no de anticipación. La guerra de anticipación podría encajar en el marco del derecho internacional.
Durante muchos años, Cuba, Nicaragua y muchos otros habrían podido ejercer igual derecho ante el ataque estadounidense, aunque es obvio que los débiles tendrían que estar locos para ejercer sus derechos. Pero, cualesquiera que sean las justificaciones para una guerra de anticipación, no son válidas para una guerra preventiva, especialmente bajo la interpretación que le dan al concepto sus actuales entusiastas: el empleo de la fuerza militar para eliminar una amenaza imaginada o inventada, de modo que hasta el vocablo preventiva' resulta demasiado benigno.
La gran estrategia imperial en un mundo unipolar donde Estados Unidos no tenga un rival a su altura.Haz Clic para Twittear
Por ejemplo, de haberse detectado bombarderos rusos aproximándose a Estados Unidos desde la base que la administración Reagan se inventó en Granada en 1983, con la clara intención de bombardear, entonces, bajo una interpretación razonable de la Carta de la ONU, una guerra de antelación para destruir los aviones, y tal vez hasta la base misma, sería justificable. Durante muchos años, Cuba, Nicaragua y muchos otros habrían podido ejercer igual derecho ante el ataque estadounidense, aunque es obvio que los débiles tendrían que estar locos para ejercer sus derechos. Pero, cualesquiera que sean las justificaciones para una guerra de anticipación, no son válidas para una guerra preventiva, especialmente bajo la interpretación que le dan al concepto sus actuales entusiastas: el empleo de la fuerza militar para eliminar una amenaza imaginada o inventada, de modo que hasta el vocablo preventiva' resulta demasiado benigno.
La guerra preventiva cae en la categoría de los crímenes de guerra. Si de verdad es una idea "a la que le llegó su coyuntura", el mundo está en tremendos aprietos.
Al comienzo de la invasión de Iraq, Arthur Schlesinger, el destacado historiador y consejero de Kennedy, escribió:
El presidente ha adoptado una política de "defensa propia anticipada" que se asemeja alarmantemente a la política seguida por el Japón imperial en Pearl Harbor, en una fecha que, como predijo un antiguo presidente de Estados Unidos, vive en la infamia.
Franklin D. Roosevelt tenía razón, pero hoy somos los estadounidenses quienes vivimos en la infamia.
Leer también: La destrucción de la esperanza como medio para instaurar la democracia formal.
Franklin D. Roosevelt tenía razón, pero hoy somos los estadounidenses quienes vivimos en la infamia.
Agregó que "la oleada mundial de solidaridad que envolvió a Estados Unidos después del 11 de septiembre ha dado paso a una oleada mundial de odio contra la arrogancia y el militarismo norteamericanos", y que hasta en los países amigos el público ve a Bush como "un mayor peligro contra la paz que Saddam Hussein". El experto en derecho internadonal Richard Falk considera "ineludible" la conclusión de que la guerra de Iraq fue un "crimen contra la paz, del tipo de los que dieron pie en los juicios de Nuremberg a la acusación, juzgamiento y castigo de los líderes alemanes capturados".
Fuente: Hegemonía y Supervivencia de Noam Chomsky