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La FAO estima graves daños para las economías de los países en desarrollo.


Según nuevas cifras de la FAO, la agricultura de los países en desarrollo sufrió 23 por ciento de todos los daños y pérdidas causados por desastres de mediana y gran escala entre 2006 y 2016.
 
En el caso de la sequía, la agricultura recibió hasta 80 por ciento de los daños en el mismo periodo, una muestra del impacto severo de los desastres naturales en el sector agrícola y en la seguridad alimentaria.
 
“Pero el sector agrícola no sólo es una víctima, muy por el contrario es parte de la solución, y puede jugar un rol clave para la reducción del riesgo de desastres”, explicó Anna Ricoy, Oficial de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura).
 

Según una nueva publicación de la FAO, tecnologías agrícolas específicas para reducir el riesgo a nivel de los predios son más efectivas que las prácticas usuales cuando ocurre un desastre.
 
El estudio de la FAO monitoreó prácticas mejoradas de gestión del riesgo de desastre a nivel de los predios en Bolivia, Camboya, la República Democrática Popular Lao, Filipinas y Uganda, y las comparó con las prácticas adoptadas por los agricultores, ganaderos y pescadores.
 
La FAO estima graves daños para las economías de los países en desarrollo.Haz clic para Twittear
En promedio, los beneficios económicos netos de estas prácticas mejoradas fueron aproximadamente 2,5 veces más altos que las prácticas habituales.
 
Según la FAO, la aplicación combinada de varias tecnologías y buenas prácticas que se refuerzan mutuamente en el sector de los cultivos lleva a beneficios económicos que son más de cuatro veces superiores con respecto a las prácticas habituales en las zonas propensas a los riesgos.
 
Estos incluyen la combinación de prácticas agronómicas para el manejo del suelo y el agua, mejoras de infraestructura y variedades de cultivos tolerantes al estrés.
 
“La agricultura, la ganadería, los bosques y la pesca y la acuicultura ofrecen soluciones innovadoras para enfrentar las causas de fondo de los riesgos, al proteger los medios de vida de los más pobres y vulnerables que son los más afectados por los desastres”, explicó Ricoy. 
 
Prácticas de gestión de riesgo de desastre en Bolivia
 
El estudio de la FAO halló que en Bolivia la cría de ganados en sistemas silvopastoriles, que combinan cultivos y animales, ha tenido un impacto positivo en reducir el impacto de las sequías en las pasturas, aumentando el secuestro de carbono.
 
El estudio también analizó la producción de variedades de mandioca que maduran más temprano para reducir las pérdidas debido a inundaciones.
 
Otras prácticas exitosas implementadas por los agricultores familiares de Bolivia incluyen la crianza de camélidos en corralones –que reducen la mortalidad animal debido a lluvias fuertes– apoyados por farmacias veterinarias que previenen enfermedades.
 
La cría de ganado en lomas de resguardo ganadero –montículos sobre los que el ganado se puede resguardar durante  inundaciones–, junto con prácticas de desparasitación y complementos vitamínicos, han disminuido la mortalidad por inundaciones y enfermedades.
 
“La FAO está promoviendo mayor acceso a este tipo de tecnologías agrícolas mejoradas para reducir la vulnerabilidad y fortalecer la resiliencia de los medios de vida, lo que debe ser complementado con políticas públicas de impacto nacional”, explicó Ana Ricoy, Oficial de Gestión de Riesgo de la FAO. 
 
Reducir el impacto de los desastres sobre la agricultura es clave para proteger la seguridad alimentaria
 
Un tercio de la población de América Latina y el Caribe vive en zonas de alto riesgo de desastres naturales, los cuales afectan sobre todo a los más pobres.
 
Cada año ocurren cerca de 70 eventos climáticos extremos en América Latina y el Caribe y  70 por ciento de las emergencias en la región están relacionadas con el clima.
 
Según la FAO, esto pone suma urgencia a la necesidad de acelerar la implementación del principal acuerdo global  –el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres– en la región.
 
Los desastres tienen el potencial de alterar de forma severa la trayectoria de crecimiento de países y regiones completas: los países en desarrollo perdieron cerca de 93.000 millones de dólares en cultivos y ganado debido a desastres naturales entre 2005 y 2014.
 
De no mediar acciones importantes de adaptación al cambio climático, los costos anuales para hacer frente a los desastres en la región podrían alcanzar hasta 2,2 del producto interno bruto (PIB) regional.
 
Un promedio de 5 millones de personas son afectadas por desastres naturales en la región, con graves consecuencias económicas: el costo de los desastres en la región entre 2003 y 2014 se estimó en alrededor de 34.300 millones de dólares, una cuarta parte de la pérdidas globales.
 
Durante la última Plataforma Global para la Reducción del Riesgo de Desastres, la FAO enfatizó que se debe mejorar la vinculación entre las agendas complementarias de reducción de riesgo de desastres la adaptación al cambio climático y los Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS). 
 
FAO apoya a los países a lo largo de la región
 
El apoyo de FAO para incrementar la resiliencia de los medios de vida agrícolas se fundamenta en comprender el riesgo de desastres, fortalecer los mecanismos de gobernanza, invertir para la resiliencia a nivel local y mejorar la preparación para una respuesta oportuna y eficaz.
 
En el corredor seco de Guatemala y en Haití, la FAO apoya las acciones del gobierno para facilitar planes de resiliencia a nivel comunitario. En San Vicente y las Granadinas y Paraguay, trabaja apoyando planes de gestión del riesgo de desastres para el sector agrícola, vinculados a la adaptación al cambio climático.
 
En Honduras y Nicaragua la FAO promueve el fortalecimiento de los sistemas de información y monitoreo del riesgo agroclimático. A nivel subregional, trabaja para crear un sistema de índice de sequía agrícola de Centroamérica.
 
A nivel regional, en respuesta a la solicitud de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac),  la FAO está facilitando la formulación de una estrategia regional de gestión de riesgo de desastre  para la agricultura y la seguridad alimentaria y nutricional, junto a la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastre.
 
Según nuevas cifras de la FAO, la agricultura de los países en desarrollo sufrió 23 por ciento de todos los daños y pérdidas causados por desastres de mediana y gran escala entre 2006 y 2016. En el caso de la sequía, la agricultura recibió hasta 80 por ciento de los daños en el mismo periodo, una muestra del impacto severo de los desastres naturales en el sector agrícola y en la seguridad alimentaria. “Pero el sector agrícola no sólo es una víctima, muy por el contrario es parte de la solución, y puede jugar un rol clave para la reducción del riesgo de desastres”, explicó Anna Ricoy, Oficial de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura). Según una nueva publicación de la FAO, tecnologías agrícolas específicas para reducir el riesgo a nivel de los predios son más efectivas que las prácticas usuales cuando ocurre un desastre.

El estudio de la FAO monitoreó prácticas mejoradas de gestión del riesgo de desastre a nivel de los predios en Bolivia, Camboya, la República Democrática Popular Lao, Filipinas y Uganda, y las comparó con las prácticas adoptadas por los agricultores, ganaderos y pescadores. En promedio, los beneficios económicos netos de estas prácticas mejoradas fueron aproximadamente 2,5 veces más altos que las prácticas habituales. Según la FAO, la aplicación combinada de varias tecnologías y buenas prácticas que se refuerzan mutuamente en el sector de los cultivos lleva a beneficios económicos que son más de cuatro veces superiores con respecto a las prácticas habituales en las zonas propensas a los riesgos. Estos incluyen la combinación de prácticas agronómicas para el manejo del suelo y el agua, mejoras de infraestructura y variedades de cultivos tolerantes al estrés. “La agricultura, la ganadería, los bosques y la pesca y la acuicultura ofrecen soluciones innovadoras para enfrentar las causas de fondo de los riesgos, al proteger los medios de vida de los más pobres y vulnerables que son los más afectados por los desastres”, explicó Ricoy.  

El estudio de la FAO halló que en Bolivia la cría de ganados en sistemas silvopastoriles, que combinan cultivos y animales, ha tenido un impacto positivo en reducir el impacto de las sequías en las pasturas, aumentando el secuestro de carbono. El estudio también analizó la producción de variedades de mandioca que maduran más temprano para reducir las pérdidas debido a inundaciones. Otras prácticas exitosas implementadas por los agricultores familiares de Bolivia incluyen la crianza de camélidos en corralones –que reducen la mortalidad animal debido a lluvias fuertes– apoyados por farmacias veterinarias que previenen enfermedades.

La cría de ganado en lomas de resguardo ganadero –montículos sobre los que el ganado se puede resguardar durante  inundaciones–, junto con prácticas de desparasitación y complementos vitamínicos, han disminuido la mortalidad por inundaciones y enfermedades. “La FAO está promoviendo mayor acceso a este tipo de tecnologías agrícolas mejoradas para reducir la vulnerabilidad y fortalecer la resiliencia de los medios de vida, lo que debe ser complementado con políticas públicas de impacto nacional”, explicó Ana Ricoy, Oficial de Gestión de Riesgo de la FAO.  Reducir el impacto de los desastres sobre la agricultura es clave para proteger la seguridad alimentaria Un tercio de la población de América Latina y el Caribe vive en zonas de alto riesgo de desastres naturales, los cuales afectan sobre todo a los más pobres.

Cada año ocurren cerca de 70 eventos climáticos extremos en América Latina y el Caribe y  70 por ciento de las emergencias en la región están relacionadas con el clima. Según la FAO, esto pone suma urgencia a la necesidad de acelerar la implementación del principal acuerdo global  –el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres– en la región. Los desastres tienen el potencial de alterar de forma severa la trayectoria de crecimiento de países y regiones completas: los países en desarrollo perdieron cerca de 93.000 millones de dólares en cultivos y ganado debido a desastres naturales entre 2005 y 2014. De no mediar acciones importantes de adaptación al cambio climático, los costos anuales para hacer frente a los desastres en la región podrían alcanzar hasta 2,2 del producto interno bruto (PIB) regional.

Un promedio de 5 millones de personas son afectadas por desastres naturales en la región, con graves consecuencias económicas: el costo de los desastres en la región entre 2003 y 2014 se estimó en alrededor de 34.300 millones de dólares, una cuarta parte de la pérdidas globales. Durante la última Plataforma Global para la Reducción del Riesgo de Desastres, la FAO enfatizó que se debe mejorar la vinculación entre las agendas complementarias de reducción de riesgo de desastres la adaptación al cambio climático y los Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS).  FAO apoya a los países a lo largo de la región El apoyo de FAO para incrementar la resiliencia de los medios de vida agrícolas se fundamenta en comprender el riesgo de desastres, fortalecer los mecanismos de gobernanza, invertir para la resiliencia a nivel local y mejorar la preparación para una respuesta oportuna y eficaz. En el corredor seco de Guatemala y en Haití, la FAO apoya las acciones del gobierno para facilitar planes de resiliencia a nivel comunitario.

En San Vicente y las Granadinas y Paraguay, trabaja apoyando planes de gestión del riesgo de desastres para el sector agrícola, vinculados a la adaptación al cambio climático. En Honduras y Nicaragua la FAO promueve el fortalecimiento de los sistemas de información y monitoreo del riesgo agroclimático. A nivel subregional, trabaja para crear un sistema de índice de sequía agrícola de Centroamérica. A nivel regional, en respuesta a la solicitud de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac),  la FAO está facilitando la formulación de una estrategia regional de gestión de riesgo de desastre  para la agricultura y la seguridad alimentaria y nutricional, junto a la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastre.
 
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