Oda al atún para que no desaparezca.
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El primero de ellos, porque es una especie marina altamente amenazada.
Segundo, porque es un pez realmente agradable (a la parrilla y crudo es inigualable) y nutritivo.
Tercero, porque me asombra que más sea conocido por venir en lata.
Cuarto, porque su apariencia majestuosa en el mar y su gran resistencia a ser atrapado me asombran.
Quinto porque me parece necesario proteger este gran nadador adaptado extraordinariamente a las condiciones pelágicas de su existencia. Saborear este animal es un acto emblemático. Es un caballero en las aguas del planeta.
Voy a centrarme en el atún rojo (Thunnus thynnus), especie altamente amenazada a punto de desaparecer debido a la pesca indiscriminada, aclarando antes que el atún que consumimos en los enlatados proviene generalmente de las especies más chicas de carne blanca. El atún rojo (al igual que otros grandes atunes) es muy preciado en las cocinas, en especial, en las orientales por su carne roja. Pesa más de 700 kilos y mide más de cuatro metros de largo. Es muy buscado pues es el ingrediente ideal para el sushi y el sashimi.
Es cazado sin compasión por lo que debe figurar en el top ten de los peces más amenazados del planeta. Vive en el Océano Atlántico norte y en el Mar Mediterráneo. Existe otra especie de atún (Thunnus orientalis) que habita en el Océano Pacífico y que también es conocido como atún rojo; por ende, corre la misma suerte.
Los atunes pertenecen a las pocas especies de peces con sangre caliente que se "calientan" con el constante movimiento de sus poderosos músculos. De esta manera se explica cómo pueden cazar a temperaturas muy bajas manteniendo en su cuerpo cerca de 27 °C (casi como los mamíferos). Los atunes son muy rápidos (alcanzan los 80 kilómetros por hora) y se calcula que en un par de semanas pueden surcar todos los océanos del planeta. Diversos científicos intentaron imitar su configuración anatómica para crear estructuras robóticas similares. Todo esto en vano, pues es imposible igualar esta criatura perfecta.
Los atunes cazan como los lobos, es decir, en manadas cercando a las víctimas y tragan casi todo lo que se mueve en el mar, pues debido a su acelerado metabolismo, necesitan ingerir alimento permanentemente. Su dieta consta de peces, calamares, pequeños tiburones, caballitos de mar, cangrejos y hasta de esponjas de mar. Hace más de un siglo, el atún no era un plato muy preciado y su carne se destinaba para alimentar a gatos y perros. Posteriormente, fue incluido en la pesca de altamar en donde la lucha entre el hombre y los grandes peces alcanza su esplendor. Hace no más de 50 años, se descubrió el gran sabor y calidad de su carne.
Atún querido.
Contrario a los que muchos puedan suponer, en Japón, el pez crudo no ha sido desde siempre un plato típico. En el país oriental se consumían básicamente las especies marinas utilizando las técnicas para su conservación del marinaje, ahumado y secado. Esta situación cambió tras la Segunda Guerra Mundial, pues a través del acceso a las refrigeradoras y congeladoras, la carne de los peces se conservaba por más tiempo. Esto modificó sustancialmente las costumbres culinarias y gastronómicas de los japoneses. De esta manera, el atún, hasta ese entonces menospreciado por los Samurai, pasó a ser un delikatess que alcanzaba el costo y reputación de las trufas o del caviar.
A diferencia de estos dos últimos productos que son escasos y caros, el atún se encontraba (en ese entonces) en grandes cantidades. Poco a poco se convirtió en la estrella de los mejores menús en muchas partes del planeta. En el 2001, un atún llegó a costar en un mercado de Tokio hasta 175 000 dólares. Así, si bien hace 40 años era impensable comer pescado crudo en los Estados Unidos, hoy se encuentran el sushi y el sashimi casi en todas las tiendas de comida rápida, en los supermercados y por supuesto en los restaurantes más caros y refinados. Una cena para dos personas en base a estos dos productos puede costar más de 1 000 dólares. Provecho.
Atún is money.
Y claro, como una tajada de atún puede costar varios cientos de dólares, no es de extrañar que miles de embarcaciones se hicieran a la mar en su búsqueda. Al principio, los japoneses se limitaban a pescar en los territorios de sus mares en el Pacífico, pero al notar que grandes cantidades de atunes surcaban el Atlántico norte (más que en el Pacífico) no dudaron en ampliar sus fronteras de pesca. Hace dos décadas se pensaba que existían dos poblaciones de atún rojo sobre el planeta. Una distribuida en Atlántico oeste y otra que ocupaba y se reproducía en las aguas del Mediterráneo.
Bajo esta suposición, en 1969, la comisión de la ICCAT (International Commision for the Conservation of Atlantic Thunas) restringió severamente la cuota de extracción del atún rojo en el Atlántico occidental, mientras que en el Mediterráneo, la restricción de pesca fue muy leve. Ya en los años cincuenta y sesenta algunos científicos habían alertado que el atún no formaba dos poblaciones separadas, sino que se trataba de una sola que utilizaba el Golfo de México y el Mediterráneo para desovar y que sus rutas se cruzaban en el Atlántico.
Actualmente, la situación del atún es cada vez más crítica, pues se capturan especímenes jóvenes (que aún no han alcanzado la madurez sexual) para ser llevados a criaderos marinos hasta que alcancen un tamaño para ser sacrificados y enviados a Japón. En el Mediterráneo esta práctica es usual y se cree que "criando" atunes se combate la sobrepesca. En realidad, lo que se estaría haciendo es arruinar una población silvestre, ya que se captura a los peces antes de que puedan reproducirse y los especímenes adultos en cautiverio casi no crecen, ni se reproducen. Estos criaderos son una real amenaza que solo aceleran la extinción del atún.
Ya en el 2006, la WWF (World Wide Fund for Nature) exigió que cese de una vez por todas la pesca del atún en el Mediterráneo, no obstante, debido a su gran valor en el mercado, dicha situación no se ha dado. La ICCAT ignoró los argumentos científicos para frenar la pesca del atún y mantendrá hasta el 2010 las cuotas de pesca de años anteriores. A partir de ese año, se reducirían en un 20%. Para muchos expertos, estas medidas muy plausibles están condenando al atún a desaparecer. En junio del 2008 se tuvo que frenar la pesca de esta especie en el Mediterráneo debido a su casi desaparición en esa parte del planeta.
Debemos salvar al atún rojo y a los demás tipos de atún de la extinción. Al parecer, la única manera de hacerlo es regulando su pesca y —si es posible y estamos a tiempo—, domesticando a estos depredadores para su crianza y comercio. En la segunda entrega ahondaré en estos puntos. Este magnífico pez merece toda muestra atención. No permitamos la desaparición de esta máquina marina.
Una de las medidas propuestas para frenar la pesca indiscriminada de este pez es el establecimiento de cuotas de pesca. No obstante, al parecer, esto no serviría de mucho, pues la pesca ilegal y el mercado negro son difíciles de controlar. Más del 75% del atún rojo (cerca de 70 000 toneladas) capturado anualmente termina en los mercados japoneses sin importar de dónde procede.
Los propios japoneses no respetan sus leyes y capturan a este pez donde lo encuentren. Con el tiempo, cada vez es más difícil encontrar a estos bólidos marinos. No obstante, la demanda aumenta y con esto los precios también. Su pesca es por eso un negocio atractivo.
Una posibilidad de reducir la pesca sería que los japoneses dejen de consumir sushi y sashimi, lo cual suena casi imposible. Es como si nos dijeran que dejemos de saborear el cebiche. En este escenario solo nos quedaría, al parecer, una posibilidad: domesticar y criar atunes en cautiverio.
Un artículo del biólogo marino John Marra, de la Universidad de Columbia de Nueva York, publicado en julio del 2005 en la revista especializada Nature, titulado: When will we tame the oceans? (¿Cuándo vamos a domesticar al mar?) afirma que la pesca en los mares acabará por aniquilar la fauna marina. Marra sostiene que el hombre ha fracasado en su intento de regular dicha actividad y que en un par de décadas, ya no habrá posiblemente más que regular porque los mares no tendrán casi nada (o nada) para ofrecernos.
Acuicultura.
Marra propone domesticar a las especies marinas. De esta manera se podrían criar especies claves para la industria pesquera y luego comercializarlas. No obstante, la acuicultura que se viene realizando es dañina (en muchos casos), porque contamina las costas y debilita las poblaciones actuales de peces silvestres mediante la transmisión de enfermedades y el contacto con sustancias tóxicas. Para evitar esto, Marra sugiere el uso de criaderos en alta mar, es decir, lejos de la costa y con superficies extensas utilizando redes y estructuras que permitan que estas "grandes jaulas" puedan ser movilizadas.
En lo que respecta al atún, Marra propone la captura y crianza de alevinos para luego ser capturados según la demanda y cuando tengan el peso adecuado. Todo esto bajo un adecuado plan de manejo que asegure una continuidad de la especie y hecho de tal manera que no afecte su ciclo natural. Según esta propuesta, si no se domestica al atún rojo y a los demás atunes, estos desaparecerán en los siguientes años. Alarmados ante tal situación, la Unión Europea viene apoyando proyectos de investigación y crianza de atunes e incluso ya ha anunciado algunos avances al respecto.
Así por ejemplo, científicos alemanes han experimentado con atunes en el Mar Mediterráneo, específicamente en las costas sureñas de Italia. Los resultados son positivos pues se logró colectar diversas crías a través de un tratamiento hormonal. Una de las primeras experiencias en la crianza comercial del atún se inició hace unas décadas mediante el trabajo de la empresa Clean Seas Aquaculture Growout en las costas de Australia. Actualmente, esta compañía trabaja de la mano con expertos europeos en búsqueda de soluciones para este problema. Incluso, el Gobierno Australiano también está apoyando estas iniciativas. Ya se han reportado esperanzadores avances.
Torpedos acuáticos.
La crianza de estas criaturas perfectamente adaptadas al medio acuático se contradice tal vez con su condición de animales excepcionales que dan una gran batalla al ser capturados y que son depredadores por excelencia. Su principal enemigo, el hombre, tendrá que acostumbrarse posiblemente a criar estos seres únicos si no quiere verlos desaparecer. Una verdad lamentable que no puede ser rebatida si se siguen saqueando los mares en todo el planeta. Estas joyas de la hidrodinámica merecen mayor preocupación. Es penosos reconocer que los hemos casi aniquilado.
El atún tiene como únicos enemigos naturales a las ballenas. Su gran capacidad de caza y de movimiento los hace casi invencibles. Lamentablemente para la especie, las técnicas modernas de caza a través de sistemas georeferenciales han hecho más fácil su captura. El hombre le juega una mala pasada, pero es algo a lo que ya tenemos acostumbrada a la naturaleza para bien o para mal. Personalmente, me rindo ante este pez que por todo lo que he leído sobre él me lleva a tomarlo como ejemplo para mostrar las barbaridades que seguimos cometiendo.
Espero que logremos recuperar sus poblaciones, y si tendremos que contentarnos con contemplar al atún como animales de crianza debido a su casi exterminio, no nos queda otra alternativa. Me da mucha ira y consternación enterarme de esto, pero a esta situación hemos llegado.
En casa.
La pesca brutal del atún (y de otras especies marinas) nos lleva a plantearnos el tema en base a nuestra realidad. Es sabido que en nuestro mar se realiza una sobrepesca debido principalmente al poco control y vigilancia que existe en el litoral que ocasiona que no se cumplan las vedas, que se usen redes prohibidas (o chinchorros) y que se pesque con dinamita. Nuestras aguas marinas no escapan al agotamiento de los océanos. En ese contexto, la ministra de la Producción ha anunciado hace unos días que se aplicarán penas carcelarias para los que pesquen con dinamita. Ojalá que esto se cumpla y no quede únicamente en el papel.
Para bien (esperemos), el Ministerio de la Producción ha publicado el 6 y 18 de marzo de 2009 las Resoluciones Ministeriales 103 y 112 respectivamente en donde se prohíbe el uso de “zumbador”, “volador” y “samuyo”, así como del “chinchorro” para la extracción de recursos hidrobiológicos y pesca en todo el litoral. Esperemos que se ponga mano dura y que se respeten estas disposiciones si queremos dejarle algo a las futuras generaciones.
Pero no solo es responsabilidad del Estado velar por los recursos naturales, el ciudadano de a pie debe ser también partícipe de la vigilancia de nuestra flora y fauna. Todos estamos involucrados en esta tarea pues debemos ser conscientes de nuestra responsabilidad histórica sabiendo del escenario nada bueno que se cierne sobre nosotros. Contribuir a la preservación de nuestra diversidad biológica es construir mejores bases para el futuro.
Finalmente, es recomendable darle una revisada a la propuesta de política nacional del ambiente publicada en el portal electrónico del Ministerio del Ambiente a fin de comentar dicho documento y enterarnos de qué es lo que se piensa hacer en lo referente a la pesca y a otros aspectos de interés.