La industria de la comunicación pública un proyecto de ingeniería social de envergadura
Durante el año pasado, las cuestiones globales fueron vistas en términos vinculados a la noción de soberanía, esto es, al derecho de las entidades políticas a seguir su propio curso, que puede ser inofensivo o nefasto, y hacerlo sin interferencias externas.
En el mundo real, las interferencias se producen por parte de poderes extremadamente concentrados, cuya sede está en EE UU. Este poder global concentrado tiene varios nombres, dependiendo de qué aspecto de soberanía y libertad tenga uno en mente.
En el mundo real, las interferencias se producen por parte de poderes extremadamente concentrados, cuya sede está en EE UU. Este poder global concentrado tiene varios nombres, dependiendo de qué aspecto de soberanía y libertad tenga uno en mente.
Así, a veces se llama consenso de Washington, o complejo Wall Street-Tesoro Público, u OTAN, o burocracia económica internacional (la Organización Mundial de Comercio, el Banco Mundial, y el FMI), o G-7 (los países ricos, occidentales e industriales) o G-3 o, quizás mejor G-l. Desde una perspectiva más de fondo, podríamos describir estos poderes como un puñado de grandes empresas -a menudo unidas por alianzas estratégicas que administran una economía global que constituye, de hecho, una especie de mercantilismo corporativo que tiende al oligopolio en la mayoría de sectores, abiertamente aliadas con el poder estatal en su tarea de socialización del riesgo y el coste y para la subyugación de los elementos recalcitrantes.
Durante el año pasado las cuestiones de la soberanía han surgido en dos campos. Una tiene que ver con el derecho soberano de estar a salvo de una intervención militar. Aquí las cuestiones surgen en un orden mundial basado en estados soberanos. En segundo lugar aparece la cuestión de los derechos de soberanía desde el punto de vista de la intervención socioeconómica.
Estos temas surgen en un mundo dominado por empresas multinacionales, especialmente instituciones financieras y por un esquema integral que ha sido construido para servir a sus intereses (por ejemplo, algunos de estos asuntos surgieron inopinadamente en Seattle en noviembre pasado).
En lo que se refiere a las intervenciones militares, fue este un tema de primer orden el año pasado.
Durante el siglo XX, la literatura sobre la industria de la comunicación pública nos proporciona una rica e instructiva retahila de instrucciones sobre cómo implementar el "nuevo espíritu de la época"
mediante la creación de necesidades, o bien a través de "regir la opinión pública del mismo Modo que un ejército rige los cuerpos de sus soldados", e induciendo a una "filosofía de la futilidad" y a una carencia de objetivos en la vida, concentrando la atención humana en "las cosas más superficiales, las referidas en gran parte al consumo de moda".
Si esto es posible, entonces la gente aceptará su insignificante y subordinada vida, apropiada para ellos, y así se dejarán de ideas subversivas, de tomar el control de sus vidas.
Si esto es posible, entonces la gente aceptará su insignificante y subordinada vida, apropiada para ellos, y así se dejarán de ideas subversivas, de tomar el control de sus vidas.
Es éste un proyecto de ingeniería social de envergadura.
Ha sido así durante siglos, pero se ha intensificado y ha tomado mayor calibre desde el siglo pasado. Hay muchas maneras de implementarlo. Algunas son las que ya he indicado y sería redundante ilustrar. Otras incluyen minar la seguridad, y aquí podemos encontrar varias maneras.
Una manera de minar la seguridad es amenazar con la pérdida del empleo, una de las mayores consecuencias, y que racionalmente se debe asumir, de los objetivos de los mal llamados acuerdos comerciales (subrayo "mal llamados" porque no son acuerdos de librecambio, ya que contienen fuertes elementos antimercado, de variada naturaleza, y stríctu sensu no son acuerdos, ya que a la gente le preocupan, y en gran medida se oponen a ellos).
Una consecuencia de estos proyectos es facilitar la amenaza (que no tiene porqué ser real, a veces con la amenaza basta) de la pérdida del empleo, lo que constituye una buena manera de disciplinar minando la seguridad.
Una manera de minar la seguridad es amenazar con la pérdida del empleo, una de las mayores consecuencias, y que racionalmente se debe asumir, de los objetivos de los mal llamados acuerdos comerciales (subrayo "mal llamados" porque no son acuerdos de librecambio, ya que contienen fuertes elementos antimercado, de variada naturaleza, y stríctu sensu no son acuerdos, ya que a la gente le preocupan, y en gran medida se oponen a ellos).
Una consecuencia de estos proyectos es facilitar la amenaza (que no tiene porqué ser real, a veces con la amenaza basta) de la pérdida del empleo, lo que constituye una buena manera de disciplinar minando la seguridad.